En este domingo, último del año litúrgico celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo.
Esta solemnidad fue instituida por Pio XI en 1925 en el domingo anterior a la solemnidad de todos los santos. Pero el Papa san Pablo VI en 1970 lo trasladó al último domingo del tiempo ordinario para manifestar el sentido último y definitivo del reinado de Cristo enlazando con el tiempo de adviento, tiempo de esperanza que anuncia la venida gloriosa del Señor Jesús.
Pero como Jesús pronunció, ante Pilato, su Reino no es de este mundo, vemos en el evangelio como cuando aquel hombre crucificado junto a él, le requiere a manifestar su reinado mediante un milagro, él calla y al otro que le suplica, le promete el paraíso.
Jesús es el Rey, cuyo primer trono será el pesebre de un establo de Belén y su trono definitivo, la cruz de los malditos en la colina de Jerusalén. Su Reino será el reinado del servicio, de la entrega hasta dar la vida, un Reino de paz, de justicia y libertad, un Reino de amor y de entrega.
Nosotros, por el bautismo hemos sido constituidos testigos de este Reino, tenemos que reinar con Jesús, en el servicio y la entrega a nuestros hermanos, sobre todo a los más desfavorecidos. Ser constructores de paz, de justicia, de libertad… Realizar en nuestra vida los valores del Reino contenidos en el mensaje de las bienaventuranzas.