DOMINGO V DE PASCUA

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PALABRA DE DIOS

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe. Palabra de Dios

Salmo

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro

Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Por eso se dice en la Escritura:
«Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa;
quien cree en ella no queda defraudado».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre». Palabra del Señor.

MEDITACIÓN

         En estos días de confinamiento y después de tanto tiempo es inevitable que afloren el hastío, el cansancio, la confusión y la desesperación. Estamos atenazados por el miedo, miedo al contagio, miedo al futuro, miedo a tantas cosas, pero, en última instancia, el miedo secular del hombre: miedo a la limitación que supone la enfermedad, miedo a la soledad de la enfermedad, del hospital, de la cuarentena y sobre todo miedo a la muerte. El hombre tiene miedo a la muerte porque es un ser para la vida, porque en el bautismo fue incorporado a la muerte de Cristo, pero también a su resurrección. Si el hombre fuera, como dijo M. Heidegger, un “ser para la muerte” no existiría ese miedo, pero como somos seres para la vida, tenemos miedo.

Ante esta situación y ante este miedo el evangelio nos dice: “No se turbe vuestro corazón”. El Señor Jesús que conoce nuestros miedos y nuestras turbaciones, porque Él mismo los sufrió al hacerse carne en las entrañas de María, nos exhorta a permanecer firmes en la fe, sobre todo en estas circunstancias: “Creed en Dios y creed también en Mí”. En estas situaciones se cuestionan muchas cosas, se cuestionan las seguridades del hombre, se experimenta la pequeñez y fragilidad de un ser que muchas veces se ha creído omnipotente y dueño del bien y del mal y ante todo esto experimenta la fragilidad de la carne. Pero también en estas circunstancias, se cuestiona la fe. Estamos oyendo cómo surgen las preguntas y no me refiero a las preguntas malintencionadas y tendenciosas de los que cuestionan ¿qué está haciendo la Iglesia?, que estás están suficientemente contestadas; me refiero a los que desde el dolor más hondo de su corazón se plantean: ¿dónde está Dios? ¿Cómo consiente todo esto? y llegan a la conclusión terrible: Yo, ya no creo en Dios ni creo en nada.

Nos asalta entonces la duda de Tomás: ¿Cómo podemos saber el camino? y la respuesta de Jesús es clara: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, cuando Jesús nos dice: “Creed en Dios y creed también en Mí”, nos está diciendo que en esta vida caminamos hacia el Padre y tenemos que hacerlo por el único camino posible que es Cristo Jesús que es el verdadero camino porque es la Palabra eterna hecha historia humana en el Encarnación, es camino porque es realmente hombre. Estamos viendo como, a lo largo del tiempo pascual, van apareciendo aspectos fundamentales de la misión de Jesús en favor de los hombres: es la puerta, el Pastor, la piedra angular, el camino. Así el Resucitado responde al anhelo de los hombres, por eso, aún en la actual situación, es posible la esperanza.  

Jesús es la verdad y no en un sentido del conocimiento, sino que la verdad la más profunda identidad de Jesús: su propio ser divino. Por eso la verdad no se adquiere solamente por vía de conocimiento, sino sobre todo por la experiencia, por la comunión por la fe entendida como encuentro personal y aceptación fiel y generosa de Aquel con quien me encuentro. Jesús es la Verdad porque es la Palabra, porque es la expresión del Amor de Dios.

Jesús es la vida porque Dios creó al hombre para la inmortalidad (Nos dice el libro de la Sabiduría). En Jesús se revela al hombre su destino a la vida. Por eso, Cristo Resucitado ofrece al hombre la respuesta a los interrogantes más angustiosos que experimenta en la intimidad de su ser ¿por qué la muerte? ¿cuál es el sentido de la vida humana? ¿a dónde nos conducen tantos logros conseguidos por el hombre? ¿cuál es el futuro de la humanidad? Interrogantes que surgen con más fuerza que nunca en situaciones límite como la que padecemos. Jesús Resucitado, que con su Encarnación había asumido todo lo humano menos el pecado, responde con su vida a estas preguntas. En Él está la Vida, es la Vida y ofrece la vida definitiva al hombre. He ahí un aspecto fundamental de la Pascua.

Por eso nosotros, que creemos en este Jesús Resucitado, camino, verdad y vida, tenemos que manifestarlo a nuestros hermanos los hombres ante las pobrezas, el dolor y desconsuelo de tantas gentes que sufren de manera terrible; por eso tenemos que ser, como nos dice Pablo en la segunda lectura “Piedras vivas” que entremos a formar parte de la edificación de la Iglesia, una Iglesia que, sobre todo en estos tiempos de crisis tiene que hacer suyos los “gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”

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