DOMINGO 2º DE CUARESMA

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Este domingo, presenta en los tres ciclos litúrgicos el episodio de la transfiguración de Jesús en el monte Tabor. El monte, en toda la historia de las religiones, ha sido el lugar de la presencia de Dios, por ello, la subida al monte será una búsqueda del encuentro con Dios. El gran místico español san Juan de la cruz, en su obra “Subida al monte Carmelo”, trata de cómo podrá un alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Pero para ello comienza su obra con el cántico en que nos habla de la “noche oscura” del alma, diciéndonos que no es posible alcanzar la unión con Cristo sin haber padecido la oscuridad y las tinieblas, el santo nos dice: “son tantas y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por las que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección”. pienso que este es el mensaje de la Palabra de Dios en este domingo: No podemos llegar a la Resurrección sin haber pasado previamente por la Cruz.

El evangelio nos muestra cómo lo apóstoles están desmoralizados, ya no saben qué pensar pues el Maestro les ha anunciado que van a Jerusalén, donde va a sufrir y ser condenado por los sumos sacerdotes y entregado a los gentiles para ser ejecutado. Por ello el Señor llama a Pedro, Santiago y Juan y los hace subir a un monte alto donde se les muestra transfigurado, con la gloria que tenía antes de la creación del mundo y junto a él aparecen dos personajes: Moisés y Elías, o sea, la Ley y los profetas, Pedro no quiere bajar, quiere quedarse allí (Hagamos tres tiendas) pero entonces les envuelve una nube, la nube que nos recuerda la columna de nube que conducía a Israel en el desierto y que era la presencia de Yahvé en medio del pueblo, así en el monte escuchan la voz de Dios que repite las palabras del bautismo de Jesús: “Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo.”. Son las palabras del salmo segundo, salmo de la entronización del rey Mesías: Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy, pero, a continuación, dice el amado, el elegido…, palabras del cántico del siervo humilde de Yahvé del profeta Isaías, ese personaje misterioso anunciado por el profeta que realizará la salvación a través del sufrimiento y de la muerte; por eso, la voz está diciendo que Jesús es el Mesías, pero el Mesías de la Cruz y solo se puede llegar a la Resurrección y la gloria a través de la Cruz. Los discípulos tienen que bajar del monte para seguir al Maestro hacia la cruz, para llegar así a la gloria.

Por eso nosotros en esta Cuaresma tenemos que coger la cruz y seguir tras el Señor para llegar así a la gloria de la celebración pascual. Para eso tendremos que pasar, como nos decía san Juan de la Cruz, por la noche oscura, y para eso tenemos que caminar en esta subida al monte de la perfección con la fe de Abraham en la subida a Moria. Cuaresma es camino desde la fe, no perdiendo nunca la esperanza y estando instalados en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios, como nos decía la voz del Padre en la nube del Tabor: ¡¡¡Escuchadle!!!

Que no desfallezcamos en nuestro camino cuaresmal, en nuestra subida al monte de la perfección, en nuestro camino a la unión con el Resucitado en el gozo de la celebración pascual.

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