DOMINGO IV DE CUARESMA

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A continuación tenéis las las lecturas de este domingo y una pequeña homilía – meditación:

PALABRA DE DIOS EN EL IV DOMINGO DE CUARESMA

Lectura del primer libro de Samuel

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel:

—Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto

entre sus hijos un rey para mí.

Cuando se presentó vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante el Señor su ungido.»

Pero el Señor dijo a Samuel:

—No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de

Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor

mira el corazón.

Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo:

—A ninguno de éstos ha elegido el Señor.

Preguntó, pues, Samuel a Jesé:

—¿No quedan ya más muchachos?

El respondió:

—Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.

Dijo entonces Samuel a Jesé:

—Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.

Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia.

Dijo el Señor:

—Levántate y úngelo, porque éste es.

Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos.

SALMO RESPONSORIAL

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

En verdes praderas me hace recostar me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios.

Hermanos:

En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.

Caminad como hijos de la luz,

(toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz)

buscando lo que agrada al Señor,

sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en

evidencia.

Pues hasta ahora da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas.

Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz.

Por eso dice: «despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será

tu luz».

Lectura del santo Evangelio según San Juan 9, 1-41.

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.

[Y sus discípulos le preguntaron:

—Maestro, quién pecó: ¿éste o sus padres, para que naciera ciego?

Jesús contestó:

—Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios.

Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie

podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.

Dicho esto,] escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó

en los ojos al ciego, y le dijo:

—Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).

El fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir

limosna preguntaban:

—¿No es ése el que se sentaba a pedir?

Unos decían:

—El mismo.

Otros decían:

—No es él, pero se le parece.

El respondía:

—Soy yo.

[Y le preguntaban:

—¿Y cómo se te han abierto los ojos?

El contestó:

—Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese

a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.

Le preguntaron:

—¿Dónde está él?

Contestó:

—No sé.]

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo

barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la

vista.

El les contestó:

—Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.

Algunos de los fariseos comentaban:

—Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.

Otros replicaban:

—¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

—Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?

El contestó:

—Que es un profeta.

[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista,

hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

—¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora

ve?

Sus padres contestaron:

—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;pero cómo ve ahora, no lo

sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos.

Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.

Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya

habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus

padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

—Confíésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.

Contestó él:

—Si es un pecador, no lo sé;sólo sé que yo era ciego y ahora veo:

Le preguntan de nuevo:

—¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

Les contestó:

—Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis

oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos lo llenaron

de improperios y le dijeron:

—Discípulo de ése lo serás tú;nosotros somos discípulos de Moisés.

Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.

Replicó él:

—Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha

abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y

hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de

nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. ]

Le replicaron:

—Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

—¿Crees tú en el Hijo del hombre?

El contestó:

—¿Y quién es, Señor, para que crea en él?

Jesús le dijo:

—Lo estás viendo: el que te está hablando ese es.

El dijo:

—Creo, Señor.

Y se postró ante él.

[Dijo Jesús:

—Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que

ven, se queden ciegos.

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

—¿También nosotros estamos ciegos?

Jesús les contestó:

—Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado;pero como decís que veis, vuestro pecado

persiste. ]

MEDITACION PARA EL IV DOMINGO DE CUARESMA

Tradicionalmente, el tiempo de cuaresma ha sido un tiempo de preparación al bautismo y los evangelios de los tres últimos domingos, son auténticas catequesis bautismales. Así el pasado domingo, en el diálogo con la samaritana, Jesús se presentaba como el manantial del agua viva, hoy en la curación del ciego de nacimiento, Jesús se presenta como Luz del mundo. El ciego es imagen del hombre en poder de las tinieblas del pecado, antes del bautismo. Este hombre no busca a Jesús, es Jesús quien lo ve y lo busca.

Mientras los discípulos hablan en la clave de las tradiciones judías: ¿Quién pecó? Jesús hace el anuncio: “Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo”. Jesús envía al ciego a la piscina de Silwan (= Enviado) y volvió con vista.

El único Enviado que es Jesús manantial del agua viva y Luz del mundo es el que da la luz al pobre ciego que caminaba en las tinieblas. El que caminaba en las tinieblas del pecado, al recibir el agua viva, el agua que brota del corazón del único Silwan, Jesús de Nazaret le ha hecho hijo de la Luz.

Pero esto le va a enfrentar con los hijos de las tinieblas que aparecen aquí como los judíos y los fariseos aferrados al literalismo de la Ley, en vez de reconocer al que es Luz del mundo se enredan en legalismos: “este cura en sábado” y es el ciego el que les rebate, los fariseos pretenden juzgar al ciego sin darse cuenta de que son ellos los que están siendo juzgados.

Es el ciego el que ante el interrogatorio comienza a confesar a Jesús ante el acoso de los fariseos, su confesión es progresiva, primero, ante la pregunta acusadora: ¿quién te ha abierto los ojos?, solamente confiesa: “ese hombre, que se llama Jesús”, para él Jesús solo es un hombre, pero ante la dureza del interrogatorio, el ciego va profundizando en la fe. Ante los improperios de los fariseos afirma que es “el enviado de Dios” (si este no viniera de Dios no tendría ningún poder).

Los fariseos lo expulsan de la Sinagoga (esto equivaldría a una excomunión de la religión judía), pero tras esta expulsión se encuentra con Jesús ante el que hace la confesión suprema: Lo estás viendo, (O sea, ya estás creyendo), El ciego está confesando a Jesús cuando contesta a los fariseos. Y Jesús pronuncia la sentencia a los fariseos: “Para un juicio he venido a este mundo, para que los que no ven vean y los que ven se queden ciegos”. Los fariseos se creían en la Luz y estaban envueltos en las tinieblas de la Ley y del pecado.

Podemos destacar la actitud de los padres del ciego: No se atreven a confesar cómo su hijo ha recobrado la vista. Representan a tantos cristianos que, a lo largo de la historia han ocultado y hoy siguen ocultando su condición de cristianos, sea por miedo, o por vergüenza, por respetos humanos o por lo que sea.

Vamos a pedirle al Señor que nosotros, bautizados, que en la Cuaresma nos preparamos para renovar nuestro bautismo en la noche santa de la Pascua, que tengamos el valor del ciego para confesar nuestra fe ante quien sea.

Recordemos las palabras de Teresa de Jesús: “En tiempos recios son de menester, amigos fuertes de Dios”

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