08 de septiembre.
LECTURAS
1ª.: Sabiduría 9, 13 – 18
Sal 89, 3-4.5-6.12-13.14 y 17
Cartade san Pablo a Filemón 9b-10.12-17
Lucas 14, 25 – 33.
En este domingo, la Palabra de Dios nos presenta las exigencias del seguidor de Jesús. Los deberes del discípulo se apoyan en la experiencia de encuentro con el Señor y en la relación intensa con Él. Sin estas, difícilmente podremos estar a la altura de la vocación a la que hemos sido convocados: estar con Jesús y anunciar su mensaje. Para hacerlo posible es necesario posponer todo, cargar con la propia cruz y renunciar a las seguridades en las que tantas veces ponemos nuestra esperanza.
Las palabras de Jesús son muy claras y nos resultan muy duras y radicales. ¿Podemos vivir sin seguridades? ¿Qué significa que tenemos que renunciar a todo? Jesucristo nos invita a vivir libres de las ataduras que nos impiden seguirlo y a comprometernos con su mensaje. Él nos recuerda que no hay mayor seguridad que la confianza en Dios. Esta es la experiencia de mayor libertad, puesto que toda nuestra vida pasa a estar iluminada y orientada por su voluntad.
María, la madre del Señor y su primera discípula, vivió la confianza de la fe y el riesgo de seguirlo. Ella fue la primera que renunció a todas las seguridades y puso toda su confianza en Dios. Supo comprender su voluntad y le dijo que sí, asumiendo un futuro incierto. Sin embargo, no lo dudó, se fio de Dios y recorrió el camino de la fe en el que se unen la seguridad de Dios y la certeza de la cruz. Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a nosotros a seguir los pasos de Jesús.