JUEVES SANTO

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PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año.  Decid a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.  Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”.  Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis.  Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.  La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.  Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

R. El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo. 

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. R.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios

Hermanos:  Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».  Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1- 15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.  Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».  Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».  Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».  Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?  Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy.  Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros:  os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN

            Un año más nos reunimos para celebrar el Jueves Santo, este año en circunstancias especialmente dolorosas, donde parece hasta irónico este término de “nos reunimos”. ¿Cómo podemos hablar de reunión cuando estamos confinados en nuestras casas? ¿Cómo podemos celebrar con fe, con devoción la Semana Santa? ¿Cómo podemos adorar el Misterio de nuestra fe, la Eucaristía si no tenemos el Monumento con la exposición prolongada del Santísimo? Son preguntas que nos hacemos y que muestran nuestra desolación ante el tener que recluirnos en casa para atajar esta terrible epidemia que azota a la humanidad.

Ante esto tenemos que plantearnos que una de las celebraciones importantes del Jueves Santo es el acompañar a Jesús “al otro lado del Cedrón” a Getsemaní, donde Jesús va a tener la gran tentación, el sufrimiento máximo (llegó a sudar sangre). Pues también nosotros tenemos que plantearnos que en este Jueves Santo tan peculiar vamos a vivir nuestro Getsemaní particular, nuestra oración del abandono, de la sequedad absoluta, del dolor y de la tentación, por eso cuando esta noche reflexionemos en la hora santa tenemos que plantearnos que no estamos ante el Señor en el monumento, pero estamos profundamente unidos en nuestro dolor al dolor de Cristo que sufre en Getsemaní, por eso nuestra pena por la soledad, nuestro dolor por el aislamiento, nuestra frustración por no poder compartir la oración con los hermanos ante el Señor presente en la Eucaristía, es ocasión para unirnos al dolor de Cristo por la salvación del mundo.

Otra pregunta que nos planteamos es ¿cómo vamos a celebrar el Jueves Santo, día eucarístico por excelencia sin poder participar en esta Eucaristía tan especial? Tenemos que recordar que la Iglesia, esencialmente, es comunión y esta comunión de la Iglesia está por encima de la distancia física, por ello, aunque tengamos que permanecer en casa por causas de fuerza mayor, nos sentimos en comunión con nuestros hermanos y con nuestro párroco que, “en persona de Cristo cabeza” está celebrando la Eucaristía, sin presencia física de personas, pero sabiendo que está celebrando con toda la Iglesia, pues es la Iglesia la que hace la Eucaristía, a la vez que es la Eucaristía la que hace la Iglesia.

Por eso, recordamos hoy aquel primer Jueves Santo, donde el Señor instituye la Eucaristía en aquella cena Pascual con los doce que Él había elegido. Cena de la Pascua que celebra, como buen israelita, recordando la liberación de la esclavitud como nos recordaba la primera lectura, cuando Moisés se reúne con los israelitas en la celebración de aquella primera Pascua, donde los israelitas van a celebrar la intervención de Dios en su favor, liberándolos de la esclavitud. Esto anticipa que Jesús, el nuevo Moisés, se reúne para celebrar la Pascua con sus discípulos, pero hay una variación esencial en el ceremonial de la Pascua: al partir el pan pronuncia las palabras y ese pan ya no será el pan sino el cuerpo entregado y al pronunciar la bendición sobre la tercera copa, el vino ya no es el vino sino la sangre derramada y así anticipa, en el misterio su entrega el sacrificio sacerdotal de sí mismo que celebrará al día siguiente en el altar de la Cruz. Queda así instituida la Eucaristía, el recuerdo sacramental del Misterio Pascual que perdurará en la Iglesia hasta la consumación de los siglos.

Este sacrificio de Cristo anticipado en la Cena tiene que actualizarse en la Iglesia hasta la consumación de los siglos y, para ello, capacita a sus discípulos, a 12 varones para que recuerden, pero con ese recuerdo que hacían los hebreos en la Pascua, el recuerdo que hace presente el acontecimiento, el sacrificio de Cristo ofrecido, de una vez y para siempre en la colina del Gólgota, para la salvación de la humanidad. Por ello la institución de le Eucaristía conlleva, a la vez, la institución del sacerdocio. Por ello el que hoy llamamos sacerdote, porque participa del ministerio sacerdotal de Cristo tendrá que estar insertado en la sucesión apostólica, o sea unido al sucesor de los apóstoles que es el obispo para ser resonador de la Palabra de Dios y dispensador del Misterio Pascual de Jesucristo.

Pero antes de comenzar la cena el Señor les ha dejado claro cuál va a ser la nueva ley de la Nueva Alianza que va a sellar con su sangre: Moisés en el Sinaí nos dejó las 10 palabras de Yahvé, el nuevo Moisés nos va a dejar un único mandamiento que superará y llevará a plenitud los otros 10: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Pero este amor tiene que ser un amor auténtico que no puede quedarse en pura teoría, en letra muerta, sino que tiene que ser un amor que implique la entrega, el dar la vida por los demás. Esto es lo que escenifica Jesús con el acto de lavar los pies a los discípulos, toma el oficio del último de los esclavos…, este gesto podemos considerarlo como un signo, un anticipo del signo supremo del amor que es la entrega total y absoluta en el madero de la cruz. Y, al final nos da el mandato supremo: “Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy.  Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros:  os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Esta actitud de amor y entrega tiene que ser la actitud del discípulo que vive de la Eucaristía y se alimenta de la Eucaristía.

Para finalizar os dejo una oración para este Jueves Santo, del padre Javier Leoz:

PAN DE MISERICORDIA

En el pan, para calmar nuestra hambre espiritual

que tu misericordia hace posible

que haya para todos los que con fe se hacen comensales

Y, cuando te vemos partir y repartir así la hogaza,

vemos que nos amas hasta el extremo

que tu Cuerpo, se desangra y se derrama en sangre,

para que, nosotros tus amigos,

tengamos asegurado alimento en nuestro caminar.

TE QUEDAS, SEÑOR

Y, al quedarte entre nosotros,

lo haces como el que siempre sirve y se da

Como el que, arrodillándose o inclinándose

nos indica que el camino de la humildad

es el secreto para llegarnos hasta Dios

y para mitigar penas y sufrimientos.

Hoy, tus rodillas, son indicación firme y segura:

¿Me amáis? ¡Amaos de esta forma!

TE QUEDAS, SEÑOR

Con un amor tremendamente asombroso

nos enseñas el valor de la fraternidad

la clave para vivir contigo y por Ti

es la viga que sostiene nuestra Iglesia, el amor,

frente al odio que la destruye desde dentro o desde fuera.

TE QUEDAS, SEÑOR

Para que, sin verte, pero porque la fe asiente

te adoremos en tu Cuerpo y en tu Sangre

Para que, al llevar el pan hasta tu altar,

nos acordemos que es signo de tu presencia

Para que, al repartirlo entre los necesitados,

comprendamos que es sacramento de tu presencia

Que tu misericordia, en carta abierta y con sello del cielo,

se envía a través del esfuerzo de cada uno de nosotros

TE QUEDAS, SEÑOR

Y nos dejas un mandamiento: ¡Amaos!

Y nos sugieres un camino: ¡El servicio!

Y te quedas para siempre: ¡La Eucaristía!

Y eres, sacerdote que ofrece, se eleva y eleva

muere y, en su muerte, vence a la muerte

por toda la humanidad

Gracias, Señor

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